Año 51 · · 6 min de lectura

Neville Goddard Radio Lecturas "Por la imaginación nos convertimos"

¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir: "Oh, es solo su imaginación"?

Neville Goddard Radio Lecturas "Por la imaginación nos convertimos"

¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir: "Oh, es solo su imaginación"? Sólo su imaginación, la imaginación del hombre, es el hombre mismo. Ningún hombre tiene muy poca imaginación, pero pocos hombres han disciplinado su imaginación. La imaginación es en sí misma indestructible. Ahí radica el horror de su mal uso. Todos los días, nos cruzamos con algún extraño en la calle y lo observamos murmurar para sí mismo, manteniendo una discusión imaginaria con alguien que no está presente. Discute con vehemencia, con miedo o con odio, sin darse cuenta de que está poniendo en marcha, con su imaginación, un acontecimiento desagradable con el que pronto se encontrará.

El mundo, tal como lo ve la imaginación, es el mundo real. No son los hechos, sino los productos de la imaginación, los que dan forma a nuestra vida cotidiana. Son los de mente exacta y literal los que viven en un mundo ficticio. Sólo la imaginación puede restaurar el Edén del que la experiencia nos ha expulsado. La imaginación es el sentido por el cual percibimos lo anterior, el poder por el cual resolvemos la visión en existencia. Cada etapa del progreso del hombre se realiza mediante el ejercicio de la imaginación. Es sólo porque los hombres no imaginan y creen perfectamente que sus resultados son a veces inciertos, cuando siempre podrían ser perfectamente ciertos. La imaginación decidida es el comienzo de toda operación exitosa. La imaginación, por sí sola, es el medio para cumplir la intención. El hombre que, a voluntad, puede evocar cualquier imagen que le plazca, es, en virtud del poder de su imaginación, el menos sujeto al capricho. El solitario o cautivo puede, por la intensidad de la imaginación y el sentimiento, afectar a miríadas de modo que puede actuar a través de muchos hombres y hablar a través de muchas voces. "Nunca debemos estar seguros", escribió William Butler Yeats en sus Ideas sobre el bien y el mal, "de que no fue una mujer que pisaba el lagar la que inició ese sutil cambio en las mentes de los hombres, o que la pasión no comenzó en la mente de algún pastorcillo, iluminando sus ojos por un momento antes de seguir su camino".

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